El jai alai no es ninguna excepción. Sobre todo en el sistema de quinielas. A lo largo de la temporada el rendimiento del pelotari no es en absoluto lineal, es más bien una travesía por un trazado de dientes de sierra. Estoy en racha, confiado. Estoy desconfiado y no logro rendir lo que puedo. Esa es la dinámica habitual en el jai alai profesional.
La confianza es clave para desarrollar el máximo de cada uno. Ahora bien, ¿cómo se consigue ese estado mental óptimo?
Se solía comentar que la mejor medicina para recuperar la confianza en el juego de cada uno es ganar un par de quinielas.
¿Acaso esto es así o hay otros factores? Ganar como sea y luego ya llegará la confianza, piensan algunos.
Hay otro sistema que predican algunos sicólogos deportivos que es buscar la excelencia. Intentar desarrollar el mejor juego posible en lugar de obsesionarse con la victoria, por el ganar como sea, de penalty y en el último minuto si hace falta. O a falta de tanto y de "pica-y-vete".
Es complicado, sobre todo en el jai alai sistema de quinielas. Hay dos factores que son cruciales a la hora de dar lo mejor de uno mismo.
En mis tiempos, primero, la labor del intendente puesto que el programa lo hacía a mano. No como ahora, que según me cuentan un programa informático se encarga de ello. Del intendente dependía el equilibrio entre lo que cobraba el pelotari y la categoría que le asignaba. Los emparejamientos, en definitiva.
El intendente ajustaba los desajustes entre las diferencias de juego de los pelotaris. Apretaba a veces, castigaba otras. Un verdadero arte.
La cesta, la herramienta, jugaba un papel crucial. Sacar una cesta nueva y sentir que sale la pelota al gusto del pelotari, que la tienes "cañón", eso no tiene precio. Si hubiera que valorar la importancia de la cesta para el desarrollo del juego de cada uno, yo lo valoraría en un 70 %. Lo mismo para el delantero rematador que para el zaguero revesista.
En Tijuana, le preguntaron a Chato Reme, que acababa de sacar una cesta nueva para probarla. "Chato, ¿qué tal la cesta?". "Un poco espacosa pero ya valerá", les contestó Chato Reme.
Cuando el pelotari se enredaba con las cestas, la "catástrofe" se aproximaba, tocaba sufrir.
Mirando retrospectivamente me resulta cómica la importancia que le dábamos al ganar quinielas. Varios días o una semana sin ganar equivalía a la tortura. Te cambia el humor y hasta la convivencia en la casa de cada uno.
Recuerdo en Zaragoza, allá por el año 1970, vivíamos de patrona varios pelotaris, entre ellos Alberdi, que en Tampa jugaba con el nombre de Cruz. Cuando Alberdi perdía un partido se lo tomaba tan a pecho que se volvía mudo varios días, no decía ni mú.
De las malas rachas no se libraba nadie. Cuentan que Orbea I jugando en Miami andaba tan mal, sin poder ganar una quiniela, que le pidió al intendente que le apartara 15 días del programa para que pudiera olvidarse del jai alai por un tiempo.
En los años que pasé con Chiquito Bolibar en Tampa, en una ocasión le vi metido en un agujero negro de juego. Antes de empezar la temporada Bolibar enfermó y vino un par de semanas más tarde. Empezó a jugar y entre que estaba convaleciente y que los demás llevaban el rodaje hecho, Chiquito empezó mal y no podía ganar una quiniela, algo increíble. Total, que lo pasó fatal y a base de que Beitia, el intendente, le echó un cable de rescate, aflojándole en las combinaciones pudo recuperar su juego.
En los casos de mala racha, que los tenía a menudo, yo utilizaba dos recursos. Primero cambiar la cesta, procurar que otra herramienta me distrajera y facilitara ese cambio mental, insignificante a veces pero suficiente para poder volver al redil de mi juego.
Otro recurso, no obcecarme por el ganar. Procurar arañar tanto a tanto hasta que caía un "tercerillo" y así piano piano, hasta que caía un "place" . Y cuando menos te lo esperabas estabas a falta de tanto y ganabas la quiniela después de una sequía que a mi solía parecerme eterna.
Y entonces me sentía la persona más feliz del mundo. Malditas quinielas!!.
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