Saturday, July 10, 2010

27 Años, St. Jean de Luz

Ayer viernes, 9 de julio, a eso de las seis de la tarde fuimos mi mujer y yo a St. Jean de Luz, Donibane Lohitzun (en euskara). Resulta agradable siempre pasear por las calles de esta localidad costera. Sobre todo por la Rue Ganbetta (Karrika Handi). El ambiente es festivo, cientos de veraneantes parisinos inundan esta calle en busca de souvenirs del pais: macarons (pastas), janbon de Baiona, licores, bordados, etc, qué no se venden en esos pequeños negocios que la mayoría abren solamente en la temporada de verano.

  La arquitectura de sus calles, esas casitas blancas con puertas y ventanas rojas tan monas dejan bien claro al visitante que uno se encuentra en el Pays Basque. En la zona del puerto, frente a Ziburu, hay varios restaurantes con terraza que invitan a sentarse y degustar algunos productos del pais. Así lo hicimos antes de ir al Jai Alai Campus Berri, el principal motivo de nuestra visita.

Además, teníamos un buen motivo para hacer una cena extra. Ayer cumplíamos 27 años de casados mi mujer Mertxe y yo. Y como todo el mundo que haya pasado por semejante experiencia sabe, no es ninguna broma. En el matrimonio como en la carrera del pelotari, hay de todo, altibajos, penas y alegrías. Yo, en mi caso, estoy más que satisfecho de ambas carreras, sobre todo de la primera, la vida en pareja, pues, como mi mujer dice: "el día que te casaste firmaste tu mejor contrato".
Es cierto, lo confieso.

    Nos sentamos en una terraza de un restaurante, Txalupa. La temperatura inmejorable, la vista mirando hacia Ziburu, no lo era menos. Los barcos pesqueros se confundían con la fachada de las casas de antiguos pescadores. Cerca de nuestra mesa un grupo de jóvenes pertenecientes a algún club de rugby local celebraban una fiesta. De un bar no muy lejano llegaban las notas de un grupo coral, Hegoak ebakiko banizkion... Guk euskaraz zuk zergatiz ez... canciones de ambos lados de la muga cantadas de manera suave como susurrando, un estilo típico de esta zona de Lapurdi. Todo parecía de postal  y nosotros nos moviéndonos en ella.

   La cena estuvo bien. Una ensalada gourmande con su lechuga, tomate, janbon de Baionne, micuit , mollejas de pato, etc. Mi esposa y compañera de fatigas en estos 27 años degustó una sopa de poisson (pescado). Después dimos cuenta de una dorada, un mano a mano, con su patata al horno y vegetables de guarnición. Para beber una botella de blanco de la zona de St. Jean de Pie de Port, de la bodega Irulegi. Muy rico el caldo bebido frío. De postre un gateau basque pour la madame y para el monsieur un bizcocho de chocalate caliente con una crema "de muelte" como dicen los cubanos. Un armagnac como digestif y al frontón, a escuchar el sonido de la pelota contra el frontis.

Visitar el Campus Berri siempre me trae recuerdos agridulces. Hace 25 años en esa cancha perdimos la final de la Copa del Mundo, Internacionales o o como se llamara, Beaskoetxea I y yo, 35-33, contra Chiquito de Bolibar y Retolaza, después de ir ganando 33 a 31. Mi gozo en un pozo, lo que pudo haber sido mi mayor gesta deportiva se quedó en un subcampeonato, no es poco y dada la combinación, el nivel que había, pero un segundo puesto siempre es un segundo puesto, aunque enfrente estuviera un genio de la chistera.

   El frontón apenas ha sufrido cambios. Una acústica perfecta llama la atención, algo raro en los frontones. La música lo impregna todo nada más entrar al recinto. Un presentador-animador que en en USA sería un fenómeno se encarga de poner al público parisino bailando Paquito El Chocolatero. Uno mismo, procedente del otro lado de la muga, poco acostumbrado a este tipo de exhibiciones, se contagia y empieza a mover los brazos, izquierda-derecha, adelante y atrás, a ritmo de la música. Y si no lo haces, ahí te viene un pelotari con atuendo de oso, al más estilo de la NBA, el cual "te fuerza" a hacerlo... Hay me ves... Euuppp!!..... Eeuupp!!....

   Ya no se juegan partidos a 35 en este frontón. Se juega una quinielas a 25 tantos con cuatro parejas. Viendo el perfil del público es comprensible este formato. Un entra-sale le da ritmo a la competición. Proliferan más las jugadas, ese peloteo largo propio de los partidos apenas se da. Es la quiniela. Con sus ventajas y sus limitaciones, sobre todo esto último para los puristas. Las quinielas parece que encajan mejor con los turistas.

El frontón rozaba el lleno y eso que todavía no es la época cumbre cuando la zona se llena de turistas. El Ayuntamiento de esta localidad trabaja incansable  todo el año a través de su oficina de turismo. Y se nota. En carpas situadas en los aledaños dan de cenar a cientos de personas que tras la ingesta, en el mismo paquete, acuden al recinto a disfrutar de la cesta punta. Master Jai sólo se encarga de proveer de pelotaris.

   Con el uno jugaban Ormaetxea y Joakin (estrella del grupo musical Txato-Plato). El dos para Olha y Mugartegi. Con el tres Erik y Pradera. El cuatro para Meabe y Felix, Eterno Felix.

La quiniela es como la convivencia en pareja. Va por rachas. Sufres y disfrutas pero sobre todo hay que tener paciencia y conformidad. ¿Que el compañero te hace una pifia? paciencia. ¿Que las cosas salen bien y todo va de color de rosa? Tanto tras tanto engordando el casillero. "Aprovéchame que estoy en racha", como decía Papardo. 


La vida en pareja les fue bien casi todo el tiempo a Meabe y a Felix. El veterano demostró que todavía  "en cenas de matrimonos" sabe estar. Sigue siendo la voz cantante en la pareja, el que tiene la última palabra. Utiliza los ingredientes principales,  la paciencia y la comprensión. El de Berriatúa sigue siendo un "buen partido" para cualquier moza.

Del resto me gustaron Meabe y Erik. Este último sobre todo. Pelotari fino, pocos errores, fue de menos a más. Su pareja, Pradera, lleva tiempo sin "vivir en pareja", anduvo perdido. Cuando parecía que este matrimonio se iba irremediablemente al carajo, poco a poco, se fueron entendiendo y finalizaron su travesía con dignidad. Bien Ormaetxea, el hijo de Francisco, y, como escribía Fernando Castro, Txato-Plato, "cumplió". Olha y Mugartegi llevaron una convivencia discreta, sin sobresaltos pero con pocas alegrías.


   Entre aplausos y saludos  y música de animación finalizó la jornada. El jai alai, la cesta punta, consiguió casi llenar un frontón, el Campus Berri , que sigue funcionando desde hace ya varias décadas y que siga consiguiendo sus objetivos. Al igual que yo con mi pareja, funcionando desde hace 27 años y con ánimo de seguir en la brecha otros 27. Ánimo!!...
    

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