He visto jugar a muchos puntistas a lo largo de mi carrera deportiva. He visto de todo desde la década de los sesenta, grandes figuras, atlétas excepcionales. Nadie, sin embargo, ha dejado una huella en mi memoria como Tximela. El puntista más espectacular que yo he conocido.
Como explicar aquella fuerza de la naturaleza capaz de convertir un deporte violento como es el jai-alai en espectáculo. Lo primero que a uno le viene a la memoria son sus saltos. Dába dos pasos pared izquierda arriba hasta que pelota y pelotari se fundían en el momento justo y, desde lo alto, la pelota salía despedida con una elegancia que tenía más que ver con una coreografía más propia del arte que la exhibición física de un atleta superdotado.
Tximela jugó en el Miami Jai-Alai en la década de los sesenta junto a grandes figuras como Orbea I, Ondarres, Bengoa, Larrañaga, Txurruka etc. Tximela era, sobre todo las primeras temporadas un joven alocado sobre la cancha; sin embargo, él era el más espectacular, el que más público tenía.
Un puntista que jugaba por aquella época en Palm Beach y siempre que podía acudía al Miami Jai-Alai, me contaba que desde el parking del fronton sabía si Tximela estaba en la cancha por el de pronto rugido del público, audible desde el exterior, mezcla de asombro y admiración provocaba uno de los saltos que acababa de dar.
Tximela supo sacarle partido a sus saltos. Y bien que lo hizo en cierta ocasión. Jugaban un partido en un fronton vasco-francés. Un bodeguero fabricante de chanpán le prometió una botella por cada salto que diera. Tximela se puso de acuerdo con Goiogana, su contrario en la zaga, para que lanzara la pelota de modo que tuviera que saltar. Cuando llevaba 25 saltos, es decir, 25 botellas de chanpán, el bodeguero gritó: "Basta"!!... temía por lo visto que de seguir así perdería su negocio. No todo eran saltos en su repertorio. La entrada con el revés era otra escena de una belleza difícil de explicar. Tximela no esperaba a la pelota semiestático como los demás. Cogía carrerilla y como el toro que busca al torero él buscaba la pelota y un resorte, milagro de la biomecanica, hacía que el esférico saliera propulsado dibujando una línea que impactaba dos metros por encima de la chapa de abajo y en ligera curva ascendente buscaba la chula como si de un obús se tratara.
A finales de los años 70 regresando de un partido sufrió un grave accidente de coche. Salvó milagrosamente la vida. Cualquier ser humano hubiera quedado inválido para la práctica deportiva. Tximela volvió a las canchas. Por supuesto que no fue el da antes. Aún y todo si volvió a ser uno de los mejores zagueros, compensando la fuerza natural con oficio, un derroche de recursos tecnicos. Un rebote excepcional, una seguridad en el enceste asombrosa.
El mayor espectáculo que yo he conocido sobre cancha alguna, el mismo pelotari, el único que se retiró jugando con aquellas zapatillas de tela, deshechadas por todos, las "converse all star", seguía conservando destellos de belleza en cada gesto y provocando en mí la misma admiración que sentía de chaval en Tolosa o en el Principal Palacio de Barcelona, en la década de los setenta.
Como explicar aquella fuerza de la naturaleza capaz de convertir un deporte violento como es el jai-alai en espectáculo. Lo primero que a uno le viene a la memoria son sus saltos. Dába dos pasos pared izquierda arriba hasta que pelota y pelotari se fundían en el momento justo y, desde lo alto, la pelota salía despedida con una elegancia que tenía más que ver con una coreografía más propia del arte que la exhibición física de un atleta superdotado.
Tximela jugó en el Miami Jai-Alai en la década de los sesenta junto a grandes figuras como Orbea I, Ondarres, Bengoa, Larrañaga, Txurruka etc. Tximela era, sobre todo las primeras temporadas un joven alocado sobre la cancha; sin embargo, él era el más espectacular, el que más público tenía.
Un puntista que jugaba por aquella época en Palm Beach y siempre que podía acudía al Miami Jai-Alai, me contaba que desde el parking del fronton sabía si Tximela estaba en la cancha por el de pronto rugido del público, audible desde el exterior, mezcla de asombro y admiración provocaba uno de los saltos que acababa de dar.
Tximela supo sacarle partido a sus saltos. Y bien que lo hizo en cierta ocasión. Jugaban un partido en un fronton vasco-francés. Un bodeguero fabricante de chanpán le prometió una botella por cada salto que diera. Tximela se puso de acuerdo con Goiogana, su contrario en la zaga, para que lanzara la pelota de modo que tuviera que saltar. Cuando llevaba 25 saltos, es decir, 25 botellas de chanpán, el bodeguero gritó: "Basta"!!... temía por lo visto que de seguir así perdería su negocio. No todo eran saltos en su repertorio. La entrada con el revés era otra escena de una belleza difícil de explicar. Tximela no esperaba a la pelota semiestático como los demás. Cogía carrerilla y como el toro que busca al torero él buscaba la pelota y un resorte, milagro de la biomecanica, hacía que el esférico saliera propulsado dibujando una línea que impactaba dos metros por encima de la chapa de abajo y en ligera curva ascendente buscaba la chula como si de un obús se tratara.
A finales de los años 70 regresando de un partido sufrió un grave accidente de coche. Salvó milagrosamente la vida. Cualquier ser humano hubiera quedado inválido para la práctica deportiva. Tximela volvió a las canchas. Por supuesto que no fue el da antes. Aún y todo si volvió a ser uno de los mejores zagueros, compensando la fuerza natural con oficio, un derroche de recursos tecnicos. Un rebote excepcional, una seguridad en el enceste asombrosa.
El mayor espectáculo que yo he conocido sobre cancha alguna, el mismo pelotari, el único que se retiró jugando con aquellas zapatillas de tela, deshechadas por todos, las "converse all star", seguía conservando destellos de belleza en cada gesto y provocando en mí la misma admiración que sentía de chaval en Tolosa o en el Principal Palacio de Barcelona, en la década de los setenta.
Las dejadas que hacia con el revés desde los cuadros 11,12,justo encima de la chapa, le vi más de una vez haciéndose a Ondarres y a muchos más en la uni de Markina
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